Estoy cada vez más convencido de que la lectura es un acto social, pese a que generalmente se lleva a cabo de manera individual. Esta idea sostenía buena parte de mi artículo "Leer en abierto", publicado hace unos meses en Cuadernos de Pedagogía. En otros foros he defendido con pasión este predominio de lo social en el acto de leer. La faceta de animador lector es un deber inexcusable en nuestro oficio; daba ayer Víctor García de la Concha una respuesta al retroceso de las humanidades en la educación:
"Tal vez porque hemos atiborrado durante años las mentes de los muchachos con análisis gramaticales complejos. Hay que volver a lo básico: a enseñar a leer y a escribir, a leer en voz alta, a recitar, a discursear. Es lo que nos enseñaron a nosotros en la escuela"
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