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Plan de Lectura del IES Izpisúa Belmonte - Hellín

2 nov 2009

El libro de la caza de las aves

Publicado por IES Izpisúa Belmonte |


Lectura propuesta por el Departamento de Biología y Geología.

El Libro de la caza de las aves fue escrito allá por el siglo XIV por Pedro López de Ayala. Poeta, historiador, prosista y canciller, López de Ayala nació en Vitoria en 1332 y murió en Calahorra en 1407. Aunque su obra más famosa sea tal vez el Rimado de palacio, también escribió libros de crónicas, realizó traducciones de los clásicos, etc. En su Libro de la caza de las aves trató de recoger todo el conocimiento práctico que había acumulado acerca del arte de la cetrería.


Capítulo I

De las aves que son llamadas de rapiña, así como azores, halcones y gavilanes, esmerejones y alcotanes

De cada día vieron los hombres cómo, naturalmente, unas aves toman a otras y se ceban y alimentan de ellas, y las tales aves son llamadas de rapiña: así como son águilas, azores, halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes y otras.

Y estas dichas aves, salvo el águila, nunca comen otra carne si no fuere de aves que ellas por sí toman y cazan; pero el águila cuando no puede tomar o cazar algún ave de las que acostumbra tomar o cazar, torna a tomar liebre, o conejo, o cordero pequeño, y aun viene al perro muerto, por la gran glotonería que en ella hay.

Y hay, también, otras aves que algunas veces se ceban de las aves que toman, pero comúnmente sus viandas son carnizas de bestias muertas, así como son los cuervos carniceros, que muchas veces toman aves vivas, pero su caza natural es carniza de bestias muertas y de aquello tienen su mantenimiento.

También hay otras aves que se cuentan entre las rapaces y toman y cazan aves vivas, e igualmente toman y se ceban de ratones y de tales cosas que se crían en la tierra; y entre ellas están las atahormas y budalones y aguiluchos.

En todas las aves de rapiña son mayores las hembras que los machos.

Y hay otras aves que su mantenimiento sólo es de carnizas, y no toman aves vivas, así como buitres, abantos, quebrantahuesos.

Hay otras aves que su mantenimiento es de carnizas, gusanos de la tierra y frutas, así como son cornejas, picazas, y otras.

También hay otras aves que su mantenimiento es de simientes, así como avutardas, grullas, perdices, palomas, tórtolas, pájaros.

Y también hay otras aves que su mantenimiento es de pescados, así como águila pescadora y alcatraces y otras aves de mar. Y hay otras aves que andan ribera de las aguas y su mantenimiento es peces menudos y gusanos de los que se crían en el agua y fuera, en las hierbas; son ánades, cisnes, ánsares bravas y otras.

Así pues, las hay de muchas maneras y diversidades y de diferentes alimentaciones, pero de todas las aves las más limpias son aquéllas que solamente se alimentan y mantienen de aves vivas, y cada vez que se quieren cebar toman ave viva, y desde que se han cebado de ella no cuidan de lo que queda y aunque al otro día lo hallen, no se preocupan sino de buscar y cazar otra ave viva para su comer. Y estos son azores y halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes.

Tales aves como éstas decidieron a aquéllos que esta arte hallaron, a tomarlas, amansarlas y hacerlas conocidas al hombre, y tomar con ellas las otras aves bravas, y no solamente tomar con ellas a aquellas aves y presas en aquella manera que la naturaleza les otorga; mas con el trabajo y sutileza del cazador, tómanse otras aves y presas, y por más extrañas formas que solían tomarlas. Así como el balcón toma la garza alta en las nubes, perdida de vista o toma la grulla yendo alta por el aire, y así otras aves, en muy extraña manera; lo que nunca tomaran si no fuese por la maestría y sutileza del cazador.

Por esta razón los señores y los que tomaron placer en tal caza buscaron hombres maestros y sabios y de buen tiento, y de gran paciencia para ordenar, y guardar, y cazar con las tales aves. Pues aunque los señores y aquéllos a quienes esta tal caza pluguiese, tuvieren gran placer en poseer tales aves, y cobrarlas, y poderlas tener, faltábales saberlas regir. Y supuesto que las tuviesen, como dicho habemos, y las supiesen regir y alimentar, faltábales saberlas curar y medicinar cuando adolecen y están heridas. Por esto decía Don Juan, hijo del Infante Don Manuel y Señor de Villena, que fue muy gran señor, y era muy cazador y muy ingenioso en esta ciencia de las aves, que gran diferencia había de querer cazar y ser maestro de caza, al saber regir y hacer las aves; y también que había gran diferencia de saber educar un ave, a saber curarla y ser buen cetrero, que quiere decir buen médico para ellas, y buen cirujano.

Consideremos estas tres cosas: primeramente querer cazar y tener gran voluntad de ello; lo segundo, saber hacer y ordenar que tomen tan extrañas aves y por tan desusada manera como hemos dicho; lo tercero, cuando su ave adoleciese o fuese herida, saberla curar. Y porque todas estas tres cosas son menester al buen cazador, hablaron de ello, de diferentes maneras, los que se complacían en esta caza, e hicieron algunos libros, cada uno según entendió y alcanzó su experiencia.

Y como dije en el comienzo, porque había diversas opiniones entre los cazadores, determiné reunir en este libro todo aquello que vi a grandes señores y muy cazadores que más cierto habían hallado, y púselo, sometiendo a la enmienda de los que más entendieron lo que yo oí a grandes señores y cazadores en muchas partes. Y también lo que dijeron algunos de ellos que no vi yo.

Primeramente en

Francia: al Duque de Borgoña y al Conde de Flandes y de Artois y al Conde de Tancarville, y en

Aragón: al Vizconde de Illa, y a don Pedro Jordán de Urríes, mayordomo mayor del Rey de Aragón; y a Don Pedro Fernández de Híjar, rico-hombre. Y en

Castilla: lo que dijo Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, Señor de Villena; y Don Gonzalo de Mena, obispo de Burgos; y Don Enrique Enríquez, y Don Juan Alfonso de Guzmán, y Remir Lorenzo, comendador de Calatrava; y Garci Alfonso de la Vega, Caballero de Toledo; y Juan Martínez de Villazan, alguacil mayor del Rey, y don Ferrán Gómez de Albornoz, comendador de Montalbán, y lo que dijeron dos halconeros, el uno del Rey Don Fernando de Portugal, que se llama Pero Menino, y el otro Juan Fernández Burriello, halconero del Rey Don Pedro; porque todos éstos supieron y saben mucho en este arte, e hicieron muchas curas de aves que son muy ciertas y muy probadas.

Luego, primeramente diré de los plumajes de los halcones y cuántas clases de plumajes hay en ellos; también dónde crían y nacen, y qué aspecto y plumas deben tener; y después diré cómo se deben curar cuando adolecen o son heridos de grullas, o de garzas o en cualquiera otra manera.

Me extenderé más en la práctica del halcón neblí y en su gobierno, porque, verdaderamente, ésta es la más noble y mejor de todas las aves de caza, y quien buen cuidado tuviese con el neblí, en todas las otras aves podrá tener buen cuidado.



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